miércoles, mayo 09, 2007

Si la hiel nos sabe a miel ¿De qué nos mantenemos?


Clandestino



...entonces llegó el Generalísimo y nos salvó de la plaga formada por el batiburrillo, nutrido de autoerigidos en demócratas anarquistas, sindicalistas, estalinistas, nacionalistas, independentistas y otros de distintas ideologías, procedencias e intereses, entre los que no destacaba el de ganarse el pan con el sudor de su frente. Entonces no, pero hoy podemos asegurar, sin temor al error, que ciertamente hubiera sido un gran y acertado salvamento, de no ser porque nos atrapó en sus propias garras, durante cuarenta largos años, por la gracia de Dios. La muerte, silenciosa y sin facturas, pero fiel e implacable en su función y deber, nos rescata del cautiverio “salvador”, del dictador.

Hete aquí que aquel rescate, de gran valor, efectuado por gracia altruista, a cargo de la muerte, despertó el interés de unos cientos de miles de -otra vez- "demócratas", de poca inteligencia y peores modos, pero listos y muy “curtidos” en los avatares de la política, con respecto a una Nación bastante pacata y “depositada”, como un florero, sobre una galopante ignorancia política, larvada durante cuarenta años de ayuno político forzado. Estos hombres -los listos- decidieron que tal chollo no debía dejarse perder así en bruto para beneficio de una Nación zafia que no sabría valorar ni apreciar, por carecer de sus exquisitos paladares, que ellos conocían “sobradamente” por sus cursos a distancia y los sabrosos apuntes que les porteaba el “Isidoro”, ni más ni menos que de París, siendo su mayoría de cosecha propia.

Aprovechando que la Nación ignoraba su propia ignorancia, se apresuraron a aplicar sus “veteranas experiencias” , de cursos y apuntes, del “maestro” Isidoro. Dejaron que Don Adolfo Suárez , les hiciera el trabajo sucio, beneficiándose de su eficiente honestidad y esfuerzo, que daba versatilidad y todos lo creyéramos así. El Sr. Suárez fue la última muestra de honradez que habitó la Moncloa y transitó por nuestras instituciones. De la nada y en poco tiempo, organizó una democracia, aún deficiente, pero sólidamente cimentada para una buena construcción, de haber tenido un buen relevo. A él le debemos la transición y la corta instauración democrática, con la mayoría de instituciones y leyes mejorables pero válidas en el arranque de lo que se vendió como un moderno y ejemplar Estado de Derecho. Pero poco dura la alegría en la casa del pobre. Ante el pánico por su capacitación para alcanzar una posible consolidación del Estado de Derecho, fue "amablemente invitado a dimitir", como presidente del Gobierno. No pudo evitar que su magnífico trabajo cayera en manos de las “termitas”. Poco a poco y entre todos nos fueron minando ese esperanzador embrión democrático del Sr. Suárez, hasta que, aún conservando su aspecto aparente, terminara siendo tan falso como los “duros sevillanos”.

Es la hora de rentabilizar el filón con el que nos obsequió la muerte del dictador. Unas manos abrieron las compuertas y surgieron como una marabunta tras sus multicolores enseñas de salvadores del franquismo. Una vez libres del que entre otras maldades, era implacable con los ladrones y vividores, salieron de sus comadrejas invadiendo los espacios públicos y destruyendo, no la dictadura, sino aquella convivencia envidiable y solidaria alimentada día a día a la sombra del enemigo común, como gran obstáculo para rentabilizar, hasta el infinito, la esencia de dicha dictadura, sin los límites impuestos por el propio dictador, y sin el bloque social cuyos valores éticos y morales, que los cohesionaban, era necesario demoler llevándolos al enfrentamiento y división que propiciara su fácil y rentable explotación. Durante treinta años esquilmando patrimonio y hurtando derechos y libertades a costa de salvarnos del cadáver del dictador. Camuflando lo peor de la dictadura bajo apariencias democráticas. Engrasando su ruindad con el relativismo fruto de la destrucción de los valores y principios, que garantizaba aquella convivencia, y que los referenciban como thrileros y nihilistas, y reemplazándolos por su vulgaridad chabacana, zafia, amoral y prepotente.

Así fue relegada, estafada y sometida nuevamente la Nación. Esta vez pagando y eligiendo a sus múltiples verdugos. Sin piedad. Sin consideraciones humanas a sus derechos, creencias, ideas o a su propia supervivencia. Esta vez a manos de cientos de miles de franquicias cantonales, amparadas o asociadas a la tiranía central monclovita, usando el Estado, propiedad de los ciudadanos, para masacrar los derechos ciudadanos, tras ser invadido por la corrupción, sumados a radicales y siendo definitivamente orquestados por la ocupación, en dramáticas circunstancias, de traidores sectarios, que se refuerzan con todo lo que huela a poltrona, terroristas incluidos, a los que sin pudor ni contención, les abrieron las puertas, del Estado, junto a lo peor de entre todo lo peor, concretando finalmente un Estado de corte totalitario y criminal, como capataces -seismileuristas- de aquellas manos -que jamás se ven- del franquismo, vivo y reforzado en la sombra, usado para expoliar a un pueblo sometido, indefenso, criminalizado y desamparado, a su merced, superando la maldad del dictador, por tener el lucro, como único objetivo, y el ensañamiento y la legalización del esquilmo y la represión, como medio.

Algunos notables y seismileuristas, de las izquierdas, que nos han marcado por clases, idiomas y procedencias, entregándonos al mercado de esclavos, son descendientes de notables del franquismo. Algunos del mismo Movimiento Nacional, cuya observancia y gloria, eran vigiladas por la Falange de Franco. Su aparatosa retirada de su principal símbolo, no les encubrirá ni de su pasado ni de su condición. Solo deja claro que Franco era un obstáculo para sus fines, pero no por dictador, sino por paternalismo proteccionista con el trabajador y apoyo total al trabajo, por patriota, por anticorrupto y por antivividor.

Algunos ilusos no nos creímos aquello de "Atado y bien atado", hasta que nos hemos visto inmovilizados por nuestra pasiva sumisión y por los que han superado, tan largamente, lo peor para el pueblo, de su Gran Maestro del Ferrol.

Si la dictadura de entonces era menos mala, para el pueblo, que la de ahora ¿Qué gusanera nos están guisando tras los decorados de esta democracia de cartón piedra?

¿Quién salvará a esta Nación incapaz de salvarse así misma y siempre disputada por negreros, tiranos, feudales explotadores y vividores, con el viejo y manido truco de erigirse en sus salvadores? ¿Será capaz alguna vez de ejercer el legítimo derecho de imponerse, por bemoles, al hampa criminal e instaurar y blindar la democracia que ansía y paga?